quarta-feira, 7 de novembro de 2012

Los híper calvinista anhelan una nueva reforma




En el día 31 de octubre del 2012, se celebraron los 495 años de la Reforma Protestante. Martín Lutero fijó en la puerta de la iglesia de Wittenberg  las 95 tesis, que combatían mayormente la venta de indulgencias por parte de la iglesia Católica. El cisma que ocurrió trajo algunas ventajas para los que discordaban de las creencias romanas. Pero también tuvo sus falencias que mancharon el movimiento y sería bueno que jamás se repitan.
Los luteranos (Melanchthon) hicieron la declaración de Augsburgo que condenaba a la muerte los anabaptistas y por medio de esa,  miles fueron asesinados. Los reformados, liderados por Juan Calvino, mataron a más de 50 personas, incluyendo a Miguel Servet. Calvino hizo tráfico de influencia para condenar y matar a ese último. También el sínodo de Dort, llevó a muerte a varios arminianos, al desterro y despojo de bienes. Esta sangre inocente puso la reforma en el mismo nivel de la inquisición, de las cruzadas y del holocausto Nazi, cuando pseudo  Cristianos mataban en nombre de Dios, con requintes de crueldad. Si tan solo hicieran caso a las “cinco Solas”, jamás habrían obrado de esa forma. Los reformados son muy buenos en la retórica de sus discursos pero “del dicho al hecho hay un largo trecho”. Por esa causa, los anabaptistas y los otros evangélicos no tienen nada que conmemorar el 31 de octubre.
No tenemos más el feudalismo, la iglesia católica ya no tiene el mismo poder, ni tampoco la venta de indulgencias. Cuando oigo que los híper calvinistas anhelan una nueva reforma, me suena más bien como una licencia para matar, para volver a sus manos el poder hegemónico y no aceptar a los que piensan en forma  diferente.

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